Desde las primeras escenas de caza hasta hoy, el dibujo en carboncillo es tan antiguo como el ser humano.

Negros intensos y trazos definidos, hacen todavía de él la técnica clásica más extendida.

Javier Olmedo, detalle de un dibujo realizado en lápiz carboncillo sobre fondo blanco. Dimensiones totales de la obra 60 x 50 cm.

Carboncillo, Javier Olmedo

La utilización de barras y lápices sanguina se generaliza a partir sobre todo del renacimiento y aporta al dibujo una agradable tonalidad cálida.

Pilar Aceña, detalle de una sanguina sobre fondo crema. Dimensiones totales de la obra 40 x 30 cm.

sanguina, Pilar Aceña

Normalmente en tonos rojizos o bien ocres.

Pilar Aceña, detalle de una sanguina sobre fondo gris. Dimensiones totales de la obra 60 x 50 cm.

sanguina, Pilar Aceña

Frecuentemente el carboncillo sobre papeles de tonos medios se complementa con tiza como técnica para resaltar las luces.

Javier Olmedo, fragmento de un dibujo realizado con tiza y carboncillo sobre papel color cartón. Dimensiones totales de la obra 40 x 30 cm.

Carboncillo. Javier Olmedo

Y no podríamos terminar sin incluir también el grafito, tanto en barras como en su formato más común, el lápiz.

Su amplia variedad de durezas facilita acabados minuciosos, y aunque no alcanza los negros intensos del carboncillo o el pastel, a veces el resultado final bien lo merece.

Javier Olmedo, fragmento de dibujo en grafito. Dimensiones totales de la obra 35 x 35 cm.

Dibujo a lápiz, retrato femenino. Javier Olmedo

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